Genova Alvarado, artista visual y gestora cultural en Vulva Creativa/ Venezuela
Pensar las “nuevas” prácticas de la vida diaria, dentro de nuestra dinámica actual del día a día en confinamiento, significa plantearse el hecho ambiental, como una misión de cuidado que nos compete a todos los ciudadanos y en especial a NOSOTRAS. Las mujeres somos esa tierra fértil de la humanidad que decide y acciona, en equilibrio como un cuerpo social de ideas que motivan a cambiar las reglas del juego de manera radical y urgente, comenzando desde un ejercicio de sanación íntima con nuestros cuerpos femeninos, subversivos y diversos, en un accionar de sana relación con el cuerpo natural llamado MADRE TIERRA. Y cito, a la maravillosa Clarissa Pinkola Estes, autora del texto “Mujeres que corren con los lobos” cuando anuncia:
“Ella y todos sus aliados de la psique interior recuperarán la capacidad de regresar. Este proceso de capacitación no se aplica simplemente a una mujer de aquí y una mujer de allá sino, a todas nosotras. Todas estamos atadas a los compromisos de la tierra… Y todas tenemos que regresar”.
El Ecocidio, el genocidio, el feminicidio son patologías hermanas de la barbarie, aplicadas en la dinámica actual de la necropolítica del neoliberalismo latinoamericano, que ataca de forma impune a diversas comunidades del territorio llamado Planeta. La falta de conciencia y conocimiento de las realidades socio-ambientales y geopolíticas, en plena emergencia mundial del COVID19 debe sufrir una metamorfosis desde casa, que nos ayude a ampliar las miradas, ha cambiar los hábitos. No podemos seguir pensando que la emergencia cultural y ambiental es una problemática a futuro cuya competencia sólo reposa en los políticos de turno, porque hemos visto como sus nefastas dirigencias frente de un ESTADO MACHISTA, debilitan nuestras vidas, impulsando al genocidio permanente de los pueblos indígena y agraviando parcialmente la situación vital del planeta, como pasa actualmente en el territorio amazónico del Brasil, que sufre la deforestación y matanza a su biodiversidad más grande de la historia.
Es evidente que existe una violencia aplicada en función de potenciar los intereses propios del capital y definitivamente no es opción dejar las soluciones del territorio solo en mano de los gestores o activistas ambientales. Ellos son constantemente amenazados, desaparecidos y asesinados en su derecho a proteger la vida de la tierra, comenzando por los primeros aliados de la floresta, quienes por años han colocado el cuerpo para salvar la tierra. Debemos acompañar hoy más que nunca a los pueblos indígenas que siguen arriesgando su vida por salvar sus espacios legítimos, esa que es tu casa, mi casa, esa amplia casa natural como CUERPO que es la TIERRA.